sábado, 30 de abril de 2016

Luchando Contra La Infertilidad -I-




Tres años después de nuestro periodo de " luna de miel" comenzamos a pensar en ser papas: a mirar con afán, cada cochecito donde otras orgullosas parejas acunaban sus bebés, y a detenernos en tiendas de ropa para recién nacidos.

De esa etapa " rosa", pasé a llevar la cuenta de mis días de ciclo menstrual, y a medida q avanzaban los meses y el embarazo no llegaba, me hice una experta en conocer el rango de horas en que mi cuerpo estaba en el mejor momento para ovular, tomar remedios caseros, acatar sugerencias de amigos y a leer todas las recomendaciones de revistas, páginas web y cualquier fuente de información que estaba a mi alcance. Para entonces, llegaba a sentirme frustrada cuando casi dos semanas después, comenzaba a tener síntomas para empezar a menstruar.

"...  sin debilitarse en la fe contemplo su propio cuerpo, que ya estaba como muerto puesto que tenia como cien años, y la esterilidad de la matriz de Sara, sino... que se fortalecio en fe..." Romanos 4:19-20

Comencé entonces a procurar ayuda médica: primero visitar ginecólogos de renombre, y luego pasé a ver varios especialistas en fertilidad

Mis actividades, mes tras mes, pasaron a estar condicionadas por los esquemas que me enseñaron a seguir en esos consultorios.

Recuerdo los resultados de exámenes psicométricos que tome, intentando reincorporarme a mi trabajo, como asistente de administración de contratos, en las transnacionales petroleras que operaban en Venezuela. Uno tras otro fueron arrojando un resultado que me excluía como candidata a los cargos para los que concursaba: mi perfil había dejado de ser el de una mujer interesada en engrosar su currículo profesional, con bien cotizados contratos laborales, para ser el de alguien que anteponía los intereses familiares a los profesionales.

Así llegue a vivir con un calendario a mano, esperaba marcar mi primer día de menstruación para volver al consultorio, comenzar el monitoreo de mi ciclo y la correspondiente indicación de medicación para estimular los ovarios, hasta que llegaran a liberar y madurar mas folículos.  Entonces, medicación nuevamente para diluir mucosidades cervicales, y facilitar el viaje de mas espermatozoides por mi sistema reproductor hasta encontrar el óvulo maduro. Venía entonces la espera durante los días que quedaban hasta que apareciera el anhelado " retraso" menstrual.

Cualquier pareja que le ha tocada luchar contra ese obstáculo, sabe sobre qué escribo, conoce las estadísticas de cuantos matrimonios pasan por esto, y lo que hacen en su desesperada lucha por obtener un "positivo", al final de cada mes de tratamiento. Y tienen en su mente quizá, mucho más conocimiento y angustia del que yo pudiera plasmar acá, al narrar mi experiencia.

La ansiedad es tal, que el cuerpo femenino, estimulado por las hormonas ingeridas, y la presión emocional, a menudo se retrasa, por algunas horas, o días, para menstruar. Ocurre entonces el viaje apresurado al laboratorio, para recibir luego el frustrante resultado de la prueba de sangre: "negativa para embarazo".

Durante algunas de estos procesos fui trasladada a salas de urgencias médicas, por los malestares y la inflamación que los medicamentos disparaban en mí cuerpo. Las curvas de fluctuaciones emocionales eran quizá la parte más dura del proceso. Tu autoestima y la de tu pareja, tus relaciones interpersonales, laborales, etc. Todo tu entorno y el de tus allegados se ve realmente conmocionado como resultado del disparo de cambios hormonales que produce la medicación, y las expectativas frustradas que se añaden, inevitablemente al fallar cada intento.

En algún momento de esas travesías, la pastora de la iglesia donde crecí, dictaba unos talleres en la ciudad donde residíamos mi esposo y yo, y vino a quedarse unos días con nosotros. Una mañana después de su rutina de oración y estudio bíblico, ella me contó un sueño, donde me veía con un bebé en brazos, y me explicó que había esperado una segunda señal de que ese sueño era un mensaje de Dios para mí, antes de contármelo, y que ese día la había recibido. Esa mañana oramos juntos, agradecidos, y nos abrazamos a la fe de que pronto seríamos una familia de tres...

Pasaron meses. Tres años. Y continúe viendo médicos, cruce el país de Oriente a Occidente, en cada ciudad que pude encontrar una referencia de alguien bueno en fertilidad, allí fui esperanzada. Seguí exactamente cada indicación, pagando por cada control, y sometiendo mi cuerpo, a mi esposo, y resto de familiares y amigos, al enorme stress de esforzarnos por cumplirlo todo, sin éxito.

Ud. podrá documentarse mejor, sobre el tema de la experiencia que les narro, si mira la primera parte del vídeo, que en esos días se estrenaba en nuestros canales de tv por cable,


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